La economía necesita acuerdo

16 septiembre 2019 Artículos

Juan José Enríquez Barbé
Decano Presidente del COEV

Tras varios años de crecimiento comienzan a apreciarse, según todos, indicios de desaceleración, y, según algunos, riesgos de una nueva recesión.

La verdad es que España sigue creciendo y creando empleo, aunque sea a ritmos más reducidos que los pasados años, sigue manteniendo superávit, aunque menor, de la balanza de pagos, colocando sin problemas la deuda pública en los mercados internacionales, y sigue manteniendo una inflación controlada. Todo lo anterior no parece que indique la cercanía de una nueva recesión.

También es cierto que seguimos manteniendo un elevado paro, que nuestro poder adquisitivo no ha recuperado los niveles precrisis, fuertemente endeudados con el exterior, también persisten los déficits públicos a pesar de la bonanza económica, que nuestros sueldos, y nuestra productividad, siguen estando muy lejos de los países punteros europeos, hemos reducido el endeudamiento privado pero se ha compensado  con el público, ... todos ellos, son aspectos negativos de una economía que no ha podido corregir en estos años de bonanza muchas de sus debilidades.

Y en esta tesitura, se presentan dos importantes riesgos: uno exterior y otro interior.

El riesgo exterior es de todos conocido. La guerra comercial entre EEUU y China está afectando a los intercambios comerciales en todo el mundo y amenazando nuestras exportaciones. España, pese a ser un país relativamente grande, está muy volcada al exterior, dependemos mucho de nuestras exportaciones y, por supuesto, de nuestras importaciones. Todos sabemos que nuestro principal cliente es Europa y Europa, está sufriendo un maltrecho crecimiento y con su motor principal, Alemania, en riesgo cierto de recesión, con otro país fundamental, Italia, con graves problemas, y con otro de los pilares, Gran Bretaña, empeñándose en hacerse un haraquiri que, sin duda alguna, hará también mucho daño a todos.

Los riesgos exteriores están servidos, son evidentes y graves. Nuestro país se enfrenta a ellos con fuertes debilidades, algunas de ellas enunciadas antes, y con un riesgo, o si se quiere, debilidad interior: la ausencia de un Gobierno estable.

Un Gobierno y, por supuesto, un presupuesto. Vivimos todavía con el presupuesto para 2018 y todo parece indicar que no vamos a tener, al menos por el momento, presupuestos para 2020.

Que el presupuesto sea anual no es un mero convenio. Las cosas cambian muy rápidamente en la economía, y el principal instrumento de política económica, el presupuesto, debe atender a esos cambios, ajustarse a ellos, anticiparse en la medida posible, y facilitar la salida de situaciones de crisis o, si ello es posible, evitarlas.

Mientras escribo estas líneas, todo parece indicar que vamos a unas nuevas elecciones, las cuartas en cuatro años, lo que supondría mantener varios meses más un Gobierno en funciones, con apoyo minoritario en la Cámara y, por supuesto, sin posibilidades de aprobar un nuevo presupuesto.

Un año más, por tanto, sin medidas para ajustar el déficit público. Recordemos que por decreto-ley, antes de las elecciones se aprobaron medidas que incrementaban el gasto público, pero las medidas para incrementar el ingreso, mediante nuevas figuras impositivas o aumento de las existentes, no se han aprobado. La ministra Montero estimaba un déficit del 2,3 o 2,4 % si no se aprueban los presupuestos, cuando el objetivo marcado era del 2 %. Los ajustes, como siempre, irán vía recorte de inversiones.

Inversiones tan necesarias como el Corredor Mediterráneo. Nuestro conseller de Hacienda, Vicent Soler, estimaba en 2.500 M la ausencia de Gobierno, principalmente por falta de ejecución de infraestructuras. A ello añadimos la asfixia financiera de las Comunidades Autónomas por la falta de anticipos o, en todo caso, por la falta de su actualización.

Y, por supuesto, tomar medidas en todos los ámbitos. La economía y la sociedad son dinámicas, están en continuo cambio y, por ello, son precisos continuos cambios en las normas, en los incentivos, en las reglas de juego, en los planes sectoriales, en las campañas institucionales...

Unas nuevas elecciones suponen nuevos meses de un Gobierno precario, maniatado, con imposibilidad de adoptar las medidas necesarias para anticiparnos al cambio de ciclo. Pero lo fundamental y también muy preocupante, es que nuevas elecciones tampoco aseguran que nada cambie porque todo parece indicar que las mayorías no cambiarán en lo sustancial.

Tan solo se podrá formar un Gobierno estable ahora o tras nuevas elecciones, que apoye los presupuestos y las medidas económicas que necesitamos, si los principales partidos asumen su responsabilidad y se dejan de enfrentamientos estériles y recuerdan que un elemento esencial de la política es negociar y alcanzar acuerdos. Hagan, pues, ese ejercicio de responsabilidad que la sociedad se merece. Aparquen diferencias que, habitualmente, no son tan profundas, y acuerden. Su obligación es conseguir un Gobierno estable para afrontar los riesgos económicos y de otros órdenes, igual o más importantes, que se avecinan. Cumplan con ello y dejen de hacer cálculos electorales.